21.11.08
Un baile fenomenal:Nalbandian aplastó a Ferrer y así Argentina le gana 1-0 a España en la final de la Davis
Imponente. Sensacional. Mejor, imposible. David Nalbandian, el as de espadas del equipo local, jugó un partido de esos que sólo unos pocos elegidos pueden completar, con un nivel excepcional, ya que maniató a David Ferrer y lo hizo nada menos que en la apertura de la final de la Copa Davis.
Fue 6-3, 6-2 y 6-3 y así Argentina se adelantó 1-0 sobre España, ante una multitud y en una carpeta sintética y bajo techo, un hecho inédito para una serie en estas tierras.
A pedir de los fans que colmaron el remodelado y ampliado estadio Polideportivo Islas Malvinas de Mar del Plata. En la Reina del mar, el Rey David dibujó como un maestro, hizo lo que quiso y puso primera con una determinación, una presencia y una calidad que ratificaron su chapa de campeón y su estirpe de ganador.
Así, abrió el camino en esta eliminatoria, siendo justamente la primera definición copera de la historia en Argentina y la primera entre dos países de habla hispana. Y casi ni se cansó, lo que indica que casi seguramente juegue también el dobles, el sábado, aunque para eso aún falta.
Inspirado, preciso , con la cabeza firme y los ojos bien abiertos. Así arrancó Nalbandian. Tranquilo, sin desesperarse, sabiendo el rival que tenía enfrente, uno de los mayores guerreros del tenis, empezó a forzarlo por todos lados y a usar el bisturí como un experto. Lo abrió, lo movió a un lado y al otro, símil limpiaparabrisas, y no se apuró para buscar definir los puntos. Esa virtud valió oro en polvo, justo ante un magnífico contragolpeador como Ferrer.
Así, con esa receta bien planificada con Alberto Mancini, el capitán albiceleste, y su entrenador personal, Martín Jaite, fue el gran ídolo argentino el que tomó la delantera. A la medida de lo que esperaban los más de 9.000 argentinos en el estadio y no los 1.000 españoles. Y a la medida de lo soñado por el conjunto local, que sabía que sería fundamental poner primera y sacar ventaja casi desde el vestuario.
Los gritos ensordecedores de los hinchas locales retumbaron a cada minuto en el estadio marplatense, en un clima fresco, regulado por un sistema centralizado de aire acondicionado. Los bombos y redoblantes de una docena de amigos de Nalbandian, en una tribuna lateral, frente a la silla del gran héroe cordobés, sonaron sin parar entre punto y punto y en cada descanso. Fueron al compás del vertiginoso ritmo que impuso el N° 11 del mundo.
Para el deleite de los dueños de casa y el padecimiento de los españoles, que se mordían y sufrían horrores, el duelo de los David se inclinó enseguida a favor del anfitrión. Tomó la iniciativa y, al ritmo de gritos como "dibuje, maestro" y "humille, David", casi le quiebra el saque a Ferrer en el primer game de esta finalísima. No pudo, pero sí lo logró en el tercero. Se puso 3-1 y 4-2, mientras que volvió a romperle el servicio en el fatídico séptimo juego y el 5-2 ya sonaba a cosa resuelta.
Nalbandian desperdició un set-point con el saque propio, en el único instante de cierta duda, para que Ferrer, buscando con su derecha molestarlo y crearle algún problema, quedó 3-5. Acto seguido, el local volvió a quebrarle y cerró ese primer capítulo por 6-3, en 43 minutos. Ya era todo alegría, emoción y delirio de los simpatizantes argentinos, muchos con camisetas celeste y blancas, banderas y caras pintadas.
Así, la primera misión ya estaba cumplida. Nalbandian, que había perdido 6 de los 9 partidos anteriores contra Ferrer -aunque estaba 3-2 en superficies rápidas-, desplegó su arsenal de tiros ganadores, soltando un drive que le corrió muchísimo y, sobre todo, lo atacó con una autoridad impresionante para cerrar una enorme cantidad de puntos en la red, con voleas exactas, varias a contrapierna, y toques sutiles.
Fue así, con el sello de ese ex N° 3 del ránking, más motivado que nunca por jugar la final de la Davis en casa, pese a tener del otro lado al 12°, quien figuró 5° hasta hace tres semanas. El máximo ídolo local sabía que debía seguir su plan como estaba en los papeles, pero para eso debía rendir en un nivel altísimo, fallando poquito y teniendo a su adversario siempre incómodo para pegar, llevándolo por todos lados de la cancha y no dejándolo apoyarse para ejecutar sus temibles contraataques, en general con la derecha.
La clase del argentino continuó intacta en el segundo parcial, ya cuando los gritos burlones por la ausencia del lesionado Rafael Nadal comenzaron a retumbar a fondo. Con su libreto a pleno, Nalbandian le quebró en el cuarto game y quedó 3-1 arriba. Ya le hacía señas de "ok" y "vamos" a Mancini, que se levantaba a alentarlo tan rápido, como si tuviera una bola de fuego en la silla. El capitán y ex jugador copero conoce las reglas de juego y es consciente de que su apoyo es clave, sobre todo en el rubro anímico.
La película del final del primer set se repitió y fue Ferrer el que recuperó el rompimiento del servicio y descontó: 2-3. Los periodistas españoles se desahogaron un poco, con sus clásicos "así, tío, coño, eso es". Pero otra vez impuso respeto Nalbandian con su genial intuición y lectura para hacer estragos con la devolución de saque, lo que lastimó muchísimo al español. Fue 4-2 y enseguida mantuvo para ponerse 5-2. La alegría ya era toda albiceleste, ¿quién lo podía dudar?
Con el marplatense Guillermo Vilas en el palco oficial, pegadito a la izquierda de Daniel Scioli, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, el público gozó con una obra estupenda de Nalbandian. El mismo que hizo levantar de los asientos bajos laterales a los ayudantes que tuvieron en las prácticas, como Mariano Puerta y Lucas Arnold, ex compañeros de equipo y de dobles en los últimos años.
Y siguió deleitando, para meterse también el segundo capítulo en el bolsillo, con un 6-2 lapidario, en 38 minutos. El espectáculo continuó sin escalas y, en el mismo tiempo, volvió a conseguir otro set, el tercero y último. Fue 6-3 y así le puso el moño perfecto a un arranque imparable y demoledor, luego de una hora y 59 minutos. Uno se había preparado para ver un gran partido, pero más parejo, no con una diferencia tan abismal.
En el partido en el que se estrenó el Ojo de Halcón en Argentina, el sistema de video que repite las jugadas de piques dudosos a pedido de los jugadores, Nalbandian descolló, dejó la pelota chiquitita. Y se llevó un gran abrazo de sus compañeros Agustín Calleri y José Acasuso, que lo alentaron permanentemente. Y provocó muchos aplausos del gran Willy Vilas, en cada definición magistral en sus subidas a la red y en el cierre.
Así lo resolvió como un verdadero grande. El mismo Nalbandian que había pedido especialmente jugar esta final copera en una carpeta sintética muy veloz, instalada sobre un piso de parqué, lo que provocó que la superficie fuese gomosa y la pelota picara muy poquito. El mismo David que dejó mudos a los españoles e hizo delirar a los argentinos. Terminó con el "vamos, vamos, Argentina", con el cordobés con los brazos en alto y feliz como otras veces, aunque esta es muy especial.
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