1.10.05

Coria: "No busco ser un héroe nacional"

El mejor jugador argentino en la intimidad, después de los fantasmas de 2005 por las finales perdidas y la frustración de la Copa Davis. Ahí arriba, mucho más cerca del cielo, en el moderno y luminoso piso 21 del edificio de la avenida Rivadavia al 2100, en la costanera rosarina, Guillermo Coria sale al balcón y mira la inmensidad del río Paraná. "Es una vista increíble, ¿no? Mirá hasta dónde se ve...," se asombra, feliz por estar al menos por unos días en su hogar, ése que comparte con su esposa Carla y que tan poco pueden disfrutar. "No sé si habremos dormido cuatro noches acá..." —confiesa—. "Es que viajamos tanto que no estamos nunca. Fijate: el otro día llovió muchísimo y como no estábamos entró agua por las ventanas. Ahora vamos a tener que plastificar el piso..." Coria, en la intimidad. Boina negra hacia atrás, campera roja, jean, zapatillas. Carla sirve café y gaseosas. Hay temas de sobra. Hay críticas, hay dudas, ¿hay fantasmas? Hay un Coria firme, decidido, siempre cordial, que contesta todo. —Antes de Roland Garros 2004 eras Gardel; ahora sos discutido. Que perdés finales, que perdés en la Copa Davis... ¿Te duele? —Es que acá si no ganás torneos importantes piensan que te va mal... No ven la regularidad. En vez de jugar torneos chicos y ganarlos, apunté a los grandes. Hay jugadores que ganaron cinco o seis títulos en el año, pero no van al Masters... Ojalá pueda seguir perdiendo finales con los mejores, con Federer, con Nadal, y no perderlas con el número 60 del mundo... Me voy a preocupar si llego a diez finales y pierdo las diez... Para mí, éste es el mejor año de mi carrera. —¿En serio lo decís? —No tengas dudas. Es el más regular de todos, hasta en los Grand Slams: cuartos en el US Open, octavos en Australia, en Roland Garros y Wimbledon; dos finales de Masters Series. Y todo esto volviendo de una operación (la del hombro derecho) tan jodida. Si hace un año me hubiesen dicho que iba a hacer todo esto, no lo hubiera creído... Salvo por lo de la Davis, estoy muy conforme con todo. Y muy agradecido a mi equipo de trabajo: se nota que estamos haciendo las cosas bien. Después, ganar siempre no se puede... Lo de las críticas ya pasó con Gabriela (Sabatini), que es más reconocida en el resto del mundo que en la Argentina... —David Nalbandian está rotulado de jugador copero. ¿Vos no lo sos? —Es cierto que no pude ganar buenos partidos en la Davis, pero también lo es que no jugué en mi superficie preferida. Con Hewitt, en Australia, hice un partido largo, muy parejo, y no le gané porque en césped me cuesta. Si hubiese perdido en polvo, ahí sí diría: Algo falla. Y me preocuparía. Ahora, en Eslovaquia, perdí porque Beck y Hrbaty fueron mejores que yo. Beck era ganable, pero la superficie me complicó mucho. Estoy esperando mi oportunidad. Lo mío es similar a lo de Gastón (Gaudio). El, antes de Málaga, era copero... Después, no. Y lo mataron... ¿Sabés qué hubiese sido más fácil para mí? No jugar contra Hrbaty... Decir cualquier cosa... —¿Cómo qué? —Que estaba cansado, que no me sentía bien... Pero dije: Quiero estar, quiero jugar porque me encanta representar al país. Afronté el desafío. Y perdí. Si ganaba hubiese sido Dios... Somos así; opinamos de todo. Y opinar de tenis no es sencillo... Mirá, yo no busco ser héroe nacional, no me interesa... Esto es un equipo. Y entonces fui, puse la cara, luché hasta el final, entregué todo... Si no hubiera jugado, desde cagón en adelante me hubiesen dicho de todo... —¿Te falta confianza en vos mismo? —Quizás, puede ser... Pero fijate todo lo que les costó volver a los lesionados seriamente. Y yo me fui de los diez primeros del ranking apenas dos semanas. Volví y me mantengo ahí. Cambié mi físico, aumenté tres o cuatro kilos de masa muscular, no me lesioné más, estoy jugando más agresivo. Son todas cosas que hay que tener en cuenta a la hora del análisis. —¿La unidad del equipo en la Davis es real o ficticia? —Es muy difícil que seamos mejores amigos todos, pero damos todo por ganar la Copa. Tenelo por seguro. A todos nos gusta jugar en equipo, tirar para el mismo lado. Lo que hacemos nos sale de adentro. Y nadie actúa, nadie es falso. —¿Por qué creés que Nalbandian, a su llegada, dijo que las cosas se podrían haber hecho mejor en Bratislava? —Porque es verdad: hay algunas que se podrían haber hecho mejor. Por ejemplo: no podemos compartir el hotel con los periodistas y los simpatizantes porque no tenemos intimidad, no nos relajamos. Son errores para no repetir. Allá, después de la serie, nos juntamos en una habitación y cada uno dijo sus cosas. Fue una charla muy positiva; no hubo reproches ni roces. Y ya que hice una referencia a los hinchas argentinos, quiero agradecerles todo el aliento y el apoyo que nos dieron. —¿Si hubieras ganado la final de Roland Garros contra Gaudio, hoy serías el número 2 o 3 del mundo? —Sé que todo hubiese sido diferente... Pero, al mismo tiempo, por ahí perdés el hambre de gloria si ganás algo tan grande. No sé si hubiese vuelto con las mismas ganas luego de la operación. Ahí, en la operación, hice un click: ya no tengo la cabeza sólo metida en el tenis. Hoy disfruto de otras cosas: de Carla, de mi familia, de mis amigos, de conocer el mundo... Recién este año conocí el Central Park... Disfruto de la vida. No quiero terminar quemado cuando deje el tenis... No hay que ser tan obsesivo. —Asombra que lo digas vos, que eras un obsesivo detrás del éxito... —Sí, perdía y me volvía loco. Me hacía mal. Y así me fui alejando de muchas cosas. Antes le daba muchísima importancia a lo que se decía de mí, a las críticas. Vale la pena disfrutar como disfruto ahora. —Después de aquel Roland Garros, ¿fuiste al psicólogo? —Fui dos o tres veces. Pero no va conmigo. No me gusta. Hoy estoy con un equipo de trabajo muy bueno y me siento realmente bien. Sereno. Y la gente me trata bárbaro por la calle, con un afecto increíble. —Precisamente, ¿no le debés nada a la gente? —Quizás, más resultados positivos, más torneos ganados. Pero, en realidad, no le debo nada a nadie. A la gente, más les deben los políticos...

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