20.11.05
Maestro de maestros
Nalbandian jugó el mejor partido de su vida y derrotó al suizo Roger Federer en una final increíble, cargada de emociones. Fue 6-7, 6-7, 6-2, 6-1 y 7-6 para el argentino, que superó al número uno del mundo y repitió la hazaña de Guillermo Vilas en 1974. Grande, David.
Se sabe que David Nalbandian, además de ser un excelente jugador, es un gran estratega. Conoce los puntos más bajos de sus rivales y busca sacar provecho de ellos desde la primera pelota hasta la última. Sea el número cien del mundo o el número uno quien esté enfrente, el cordobés cumple con el libreto al pie de la letra. Por eso, en la previa, podía imaginarse cómo iba a ser el partido del argentino: iba a buscar el revés de Roger Federer hasta el hartazgo.
Si bien decir que el suizo tiene un golpe flojo es poco más que una barbaridad, después de hurgar hondo, se puede asegurar que para ganarle, la clave es buscarle el revés. No porque sea irregular, sino porque es con el que menos lastima. Atacarlo por el drive, es casi una locura. Y Nalbandian, inteligente y, por sobre todas las cosas, paciente, algo sabe de llevar a cabo un plan. Alternando pelotas livianas con pelotas pesadas, pero siempre por el lado del revés, David logró incomodar al suizo y quebrarle el saque en el primer game de partido.
Sin embargo, Federer recuperó el break en el juego siguiente y niveló las cosas. Pero ojo, no le fue tan fácil conseguirlo. Para superar al cordobés tuvo que exigirse al límite, buscar las líneas y arriesgar, muchas veces, más de la cuenta. Y así, arriesgando y obligando sobre el servicio de David, el número uno volvió a quebrarle en el sexto game y se puso 4-2.
La ventaja era considerable, teniendo en cuenta que Federer tenía el saque, pero Nalbandian demostró todo lo preciso que estaba y con dos drops tremendos se quedó con el saque del suizo. El partido, parecía, estaba para el que metiera los puntos más espectaculares, porque el tenis que los espectadores del Qi Zhong Stadium estaban presenciando era de altísimo vuelo. Palo a palo, lujo a lujo.
Tan parejo fue el primer set, con tan pocos errores y tantos aciertos de ambos lados, que para que tuviera un ganador, hubo que recurrir al tie break. Y ahí, Federer fue un poco más que David. ¿Qué fue lo que volcó la balanza en su favor? Recibió recibió una manito en una bola que se fue afuera pero le dieron buena y definió el set con una pelota que dio en la faja y quedó muerta del otro lado de la red. Así se quedó con el desempate por 7-4. Fue una verdadera pena, porque Nalbandian había jugado un excelente primer set. Pero el partido recién empezaba.
Haber estado tan cerca y ver como el set se escapa de semejante manera, es para muchos jugadores motivo de resignación. Aunque muy lejos de resignarse estuvo David. Entero mentalmente, Nalbandian siguió encendido, metiendo pelotas increíbles, errando poco y sin bajar los brazos. Sin embargo, el suizo también jugaba. Y tras aprovechar un par de errores del argentino en el quinto game, quebró y se fue 3-2 arriba.
Pero David continuó firme. Cuando estaba 4-2 abajo, ganó sus siguientes dos games al saque en cero y, de yapa, recuperó el quiebre. Ya con las cosas 5 iguales, en zona de definición, Nalbandian levantó dos break points para ponerse 6-5 y tirarle toda la presión al suizo, que sacaba para mandar la definición a un nuevo tie brek. Claro que Federer no se sintió muy presionado e hizo lo que tenía que hacer.
Y en ese nuevo tie break, David seguía preciso y con un par de drops dejó al suizo viendo como la pelota picaba y picaba de su lado, pero el suizo recibió una nueva ayuda y al argentino le dieron mala una pelota que había dado en la línea y que lo hubiera dejado triple set point. Y en una definición tan ajustada como la que tuvo el segundo set, esos detalles suelen inclinar la cancha hacia un lado o hacia el otro. Finalmente, luego de varias chances para ambos de quedarse con el parcial, Federer sacó una pequeña ventaja y después de unos puntos tremendos, se impuso por 13-11.
Esta vez sí. Nalbandian tenía que desmoronarse. No podía ser que estuviera dos sets abajo (perdidos como los había perdido) y siguiera con la ilusión de ganarle tres sets consecutivos al número uno del mundo. Bueno, ni siquiera en esa situación David se derrumbó. Ni siquiera cuando el cuarto game le volvieron a meter la mano en el bolsillo y le dieron mala una pelota que estuvo como mínimo, diez centímetros adentro. Demostró toda su entereza quebrándole a Federer en el primer game y jugando con una confianza envidiable. Tanto que volvió a quedarse con el saque del suizo para ponerse 5-2. Y después de algunas dudas para cerrar, logró llevarse el parcial por 6-2.
Se notaba que David no estaba jugando al 100%. Estaba al 150%. Intratable, incontenible. Terrible. Lo que estaba jugando no tiene nombre. Hasta después de quebrar en el tercer game y ponerse 3-1, a Federer no le quedó otra que pedir la ayuda del trainner. Tal vez no eran dolores, sino la necesidad de ponerle freno al momento del cordobés. Pero tampoco así pudo. Nalbandian lo paseó por toda la cancha y se llevó el set por un contundente 6-1.
De todas maneras, pareció que el suizo se estaba guardando para el quinto, porque prácticamente tiró el cuarto set. Pero Nalbandian no aflojó ni un segundo y para darle el golpe de knock out le quebró en sus dos primeros games de saque al suizo y se puso 4-0 con su servicio. Daba la sensación que estaba liquidado. Pero a Federer nunca hay que darlo por muerto. Por algo es el número uno del mundo.
Entonces, las que David antes metía, empezaron a salir. Las que Federer antes erraba, empezaron a entrar. Todo se dio vuelta. El número uno del mundo sacó todo su repertorio y aprovechó las dudas de Nalbandian para darle vuelta un partido increíble y ponerse 6-5 con su saque. Hasta estuvo a dos puntos de quedarse con el título. Pero en un encuentro tan cambiante como fue este, no llamó la atención que el cordobés igualara las cosas y mandara la definición a un tie break.
Y ahí David no perdonó. Recuperó la firmeza, la precisión, tomó la iniciativa en cada punto y se impuso por 7-2 en una definición tremenda. Finalmente, fue 6-7, 6-7, 6-2, 6-1 y 7-6 para el de Unquillo, que se convirtió en el segundo argentino en coronarse campeón del torneo de maestros. Ahora, a brindar.
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