5.9.05

Nalbandian jugó a su modo y está en octavos de final

Fue una victoria clara en tres sets, en la que expuso su mejor nivel en lo que va del torneo y terminó brillando a lo grande en el tercer parcial. Su nivel invita a la ilusión. Estaba Guillermo Vilas en las tribunas, estaban esas mismas tribunas cargadas de clima y de hinchadas porque argentinos y chilenos cantaban y alentaban todo el tiempo, y estaban David Nalbandian y Fernando González para jugar lo que se anticipaba como un partidazo. Y si hubo partidazo fue, sobre todo, por la solidez recuperada de Nalbandian, quien hizo todo como debía y llegó a los octavos de final del Abierto de los Estados Unidos tras vencer por 7-5, 6-3 y 6-0. En el comienzo también estaba en el aire la memoria fresca del partidazo que jugaron el italiano Davide Sanguinetti (próximo rival del cordobés) y el tailandés Paradorn Srichaphan, que ganó el primero por 6-3, 4-6, 6-7 (2-7), 7-6 (8-6) y 7-6 (7-5) en cuatro horas y 24 minutos. Y con esa atmósfera, Nalbandian tuvo el arranque deseado porque quebró rápido el saque del chileno y sacó una veloz ventaja de 5-2 que anunciaba un pronto final para el primer set. El desarrollo era el que se podía prever, con el cordobés haciendo pesar todo su juego sobre el revés de González, cuya derecha ultrapotente aparecía inicialmente como un recurso controlado. Pero González aprovechó un quedo del argentino, equilibró las cosas y quizás evaluó que iba por un triunfo que sí se le dio hace diez días en Cincinnati. A Nalbandian, que tres veces estuvo a un punto del set sin poder atraparlo, se le complicó brevemente el escenario y todo indicaba que venía el tie break, pero en el juego doce, el chileno se enredó con su propio saque, y le concedió la primera sonrisa de la noche al argentino al cometer una doble falta para que ese parcial cerrara 7-5. Nalbandian se superó a sí mismo, fue mucho más que en la segunda rueda ante el holandés Peter Wessels, y dominó más claramente. Dos quiebres que el argentino supo construir a partir de su devolución de saque le aceleraron la carrera hacia la victoria. Así, el segundo parcial fue 6-3, con ese estilo seguro que suele dejar de manifiesto el cordobés cuando muestra quién es una cancha. Nalbandian avanzaba mientras llegaba la noticia de que el suizo Roger Federer, número uno del mundo se imponía al belga Olivier Rochus por 6-3, 7-6 (8-6) y 6-2 "Agarrate, Goliat", le gritó un argentino desde la tribuna a González ante el predominio ostensible de Nalbandian, quien sacó ventajas rápidas en el tercer parcial. Ahí apareció el David que suele aparecer en los torneos de Grand Slam, quedó un solo jugador en la cancha y el partido se acabó. Todo fue de Nalbandian, que puede soñar en grande.Un dato fantástico de Sanguinetti: esta es su octava participación en las canchas de Flushing Meadows y es, a la vez, la primera en la llega a los octavos de final. Pareció que toda la sangre y toda la fuerza que puso, además de su muy buen juego a través de los minutos y de las horas, apuntó a romper ese límite. Lo hizo, lo hizo brillando, y terminó abrazado con Srichaphan sobre el cemento azul de Nueva York. En ese abrazo estaba todo.

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