1.9.05

Cañas Duro de matar

Guillermo Cañas pasa sus días en Nueva York entrenándose y distrayéndose, mientras espera la próxima apelación a la suspensión que le impuso la ATP. Llegó aquí para acompañar a su novia, María Emilia Salerni, pero nunca pensó que estaría en esta ciudad impactante sin jugar al tenis. Por eso, sus horas en Nueva York pasan entre sentimientos encontrados. Guillermo Cañas, el hombre que dio positivo en un control antidóping que le efectuaran en el torneo de Acapulco y por lo cual recibió de parte de la ATP una suspensión de dos años, está golpeado. Pero de pie y batallando como muchas veces lo ha hecho en su carrera profesional y esperando por la apelación que se desarrollará ante el Tribunal Arbitral de Deporte, en la ciudad suiza de Lausana. En un hotel ubicado en el esplendoroso Broadway, donde vive con su novia, Willy Cañas usualmente se levanta temprano. Y estableció una rutina diaria de dos horas y media de entrenamiento para mantenerse en buena forma física. De esta manera no subió de peso y se mantiene como cuando jugaba en el circuito. Eso sí, por estos días no jugó al tenis. Después de desayunar, elige realizar largas caminatas por el Central Park o correr un poco en ese enorme espacio verde adorado por los neoyorquinos. A su regreso, a media mañana, descansa otro rato. Antes o después de esta actividad lee los diarios por Internet, si hay alguna noticia que le interesa mucho. Claro que la computadora fue su mejor aliada para seguir todos los partidos de la Pitu en Flushing Meadows. Ese tema, la prohibición de ingresar al US Open, fue como un balde de agua fría para él. Le molestó bastante y le golpeó el ánimo. Frente a estas circunstancias, Guillermo recibe el apoyo constante de su novia y espera su llegada cuando ella juega o va a entrenar al club. También lo respaldan su entrenador, Hernán Gumy, el preparador físico, Fernando Cao —a quien todos en el ambiente del tenis conocen como Poncharello—, el manager Miguel Ducote, de Humarks, que maneja su carrera, y también de su amigo Charly Burgin. Es más, el domingo pasado fueron al cumpleaños del español Carlos Moya y comieron carne en la churrascaría Plataforma junto al brasileño Gustavo Kuerten, también pupilo de Gumy, Mariano Zabaleta y David Nalbandian, entre otros. Estas reuniones le sirven como distracción. El martes por la noche cenó en un restaurante italiano junto a José Acasuso, el preparador físico de Chucho, Cristian Elseser, y Ducote. Esa es otra constante; el apoyo de sus colegas argentinos que no lo abandonaron en ningún momento y que resulta un elemento clave para levantarle el ánimo. Como cuando habla a Buenos Aires con su papá, Luis, o su mamá, Mirta, vía celular. También visitó el Ground Zero —el lugar donde estaban las Torres Gemelas— y vio una batería de siete películas en su computadora. También escucha música en su I-pod, un pequeño aparato que almacena miles de canciones. En este lapso que lleva en Estados Unidos no vio mucho tenis por televisión, pero le gusta comentar los que observó. De carácter introvertido, Cañas habla de todo lo que le sucedió con sus allegados. Aunque por estos días, ellos, su entorno, tratan de bajar los decibeles para que no sea recurrente: "tenés que seguir luchando, la vida continúa, esto no es el fin de nadie", le dicen aquí, en esta ciudad donde Willy permanecerá hasta el viernes, según lo anunció ayer Salerni, que ya se despidió del cuadro de singles (ver aparte), y aún tiene que jugar en el torneo de dobles. Mientras, sus abogados en Buenos Aires siguen minuto a minuto todo el caso. Los próximos pasos para ellos son conocer las fechas de presentación de pruebas. Las suyas y también las que ofrezca la ATP. Pero todo llevará su tiempo. En una charla con los periodistas ocurrida el martes, aquí, en Flushing Meadows, Guillermo Vilas dijo que había que tomarse tiempo, que había que ser cautos, que hay esperanzas todavía. Y su palabra, por cierto, es muy escuchada. Por eso, Guillermo Ignacio Cañas vive su presente y piensa en lo que vendrá.

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